sábado, 24 de mayo de 2014

Como nos duele el dolor ajeno

Cómo nos duele el dolor ajeno. 
Por el modo en que actúa nuestro cerebro, la mayor parte de nuestras decisiones morales están relacionadas con emociones, entre ellas la compasión, la culpa y la vergüenza.
Por Facundo Manes.  Para LA NACION. 
En esa lúcida noche fundamental, a Cruz y a su cuadrilla de policías se les había encomendado apresar a un malevo de nombre Martín Fierro. Pero lo que también se cuenta en ese pasaje clave de la célebre obra de José Hernández es que, cuando ya tenían a su presa rodeada, gritó: "¡Cruz no consiente que se cometa el delito de matar ansi un valiente!", y se puso a pelear junto a él. Es lógico que el lector se pregunte qué se le habrá revelado en su interior que lo llevó a jugarse su propio pellejo, a elegir en este "dilema moral", como dice Borges, su destino de lobo y no de perro gregario. Quizá la primera respuesta a todo esto lo da el mismo Cruz, algunas estrofas siguientes: "Sin ser una alma bendita, me duelo del mal ajeno".
La moralidad ha sido definida como un conjunto de costumbres y valores que son utilizados por un grupo cultural para guiar la conducta social. Existe una larga tradición filosófica que se ha dedicado a examinar críticamente el razonamiento y comportamiento moral y la posibilidad de la existencia de valores universales. Sin embargo, hasta hace muy poco se desconocían las bases neurobiológicas de la actividad humana de valorar, de juzgar o de actuar moralmente. En las últimas décadas, las neurociencias han comenzando a centrarse justamente en esto, ofreciendo explicaciones científicas sobre las bases neurobiológicas de la deliberación y del comportamiento social.
La moral es un producto de las presiones evolutivas que han formado mecanismos cognitivos y motivacionales sociales. Los primates no humanos tienen un amplio repertorio de conductas sociales (el cuidado de sus compañeros o cierto sentido de justicia, por ejemplo) que permiten interpretarlos como verdaderos precursores de la moral humana. La evolución del área frontal del cerebro está íntimamente relacionada con la aparición de moralidad humana.
Uno de los puntos centrales a tener en cuenta a partir de este abordaje es cómo se relaciona la cognición moral con la emoción y cuáles son sus sustratos neurales. Los resultados de múltiples estudios de neuroimágenes funcionales e investigaciones en pacientes con sociopatía o lesiones en el lóbulo frontal han mostrado que la cognición moral no se restringe a alguna región particular del cerebro, sino que emerge de la interacción de varias estructuras que conforman una red neural. Esta red la constituyen principalmente el área frontal, el área temporal y la amígdala. La zona frontal es un área del cerebro que, además de estar relacionada con la moralidad, se relaciona con las emociones. De hecho, las emociones parecen tener un rol crítico en el juicio moral. Por lo general, la mayor parte de nuestras decisiones morales están relacionadas con nuestras emociones e intuiciones, y es recién después de actuar cuando analizamos y explicamos racionalmente las decisiones que tomamos.
Varias investigaciones en pacientes con daño frontal han resaltado el rol de las emociones en el juicio moral, al mostrar que los pacientes con lesiones en esta región del cerebro generalmente presentan disminución de las respuestas emocionales y de las emociones socialmente relevantes tales como la compasión, la culpa y la vergüenza. La mayoría de estos trabajos han estudiado el juicio moral mediante la resolución de dilemas morales. Uno de los dilemas más comúnmente usados plantea la siguiente situación: "Usted está parado en un puente sobre las vías de un tren. Allí, a sus espaldas, trabajan cinco personas. El tren se acerca y esas personas van a ser arrolladas. Al lado suyo hay un hombre corpulento. Si lo empuja, el tren lo aplastará a él, pero se salvarán cinco vidas. ¿Lo empujaría?" En general, la respuesta a este dilema en poblaciones de distintas culturas suele ser "no". Sin embargo, entre las personas que tienen lesiones frontales suele haber una proporción considerable de respuestas afirmativas.
Podríamos decir con esto que nuestros cerebros tienen una "configuración automática" que llamamos "emociones". Una respuesta de miedo, por ejemplo, es la activación de un programa automático que reconoce las cosas peligrosas y nos dice, rápidamente, que hay que retroceder. Nuestro cerebro también cuenta con un "modo manual", un conjunto integrado de sistemas neuronales que apoyan el razonamiento consciente, lo que permite dar respuesta a los retos de la vida de una manera más dinámica y contar con el conocimiento específico a la situación: "Esa es una serpiente mortal, pero está en una jaula, así que no hay nada que temer". Nuestros ajustes automáticos a veces nos hacen resolver las cosas mal, pero sin ellos estaríamos perdidos. Del mismo modo, tenemos que razonar conscientemente para resolver problemas que son demasiado nuevos o que no podemos resolver con reacciones viscerales. Investigaciones recientes han demostrado que el juicio moral depende fundamentalmente de ambos ajustes. Complementariamente a esto, hemos comenzado a comprender cómo operan estos distintos procesos cognitivos. Se sabe, entonces, que no existe una "facultad moral" unificada en el cerebro. En lugar de ello, diferentes juicios morales son impulsados por distintos sistemas neurales que pueden competir entre sí. Tendríamos diferentes formas de hacer juicios morales por la misma razón que una cámara de fotos tiene diferentes maneras de tomar fotos (de modo automático o de modo manual). Nuestras "reacciones viscerales" morales-emocionales son muy eficientes, dándonos una respuesta clara y contundente ("no seas violento"). Pero estas emociones no son muy flexibles. Por ejemplo, pueden fijarse en las características no esenciales de una situación y pueden ser ciegas a las consecuencias más amplias de nuestras acciones.
Los fotógrafos a veces se enfrentan a nuevos retos en su arte y no pueden confiar en los ajustes automáticos instalados en su cámara. Del mismo modo, a menudo podemos cometer errores en nuestro pensamiento moral. Por ejemplo, como el filósofo Peter Singer observó hace décadas, somos muy insensibles a las necesidades de los otros cuando están distantes (un juicio que parece comprobar el refrán "ojos que no ven, corazón que no siente"). Resultaría raro permitir que un niño se ahogara ante nuestros ojos por la simple razón de que no queremos mojarnos la ropa nueva. Sin embargo, sí permitimos que millones de niños en el mundo se mueran por desnutrición y enfermedades evitables sin escandalizarnos y dejar de lado todo asunto insignificante hasta que eso se resuelva. Evolucionamos en un entorno en el que se pudo ayudar a la gente cercana desesperada pero no a "extraños distantes". Somos "sensibles" a eventos inmorales únicamente cuando somos testigos directos o, al menos, de manera indirecta a través de fotografías o imágenes de televisión. Esto pone de manifiesto que la evolución puede haber dado sensibilidad automática para eventos próximos, pero no para sucesos lejanos. Para esto necesitamos la razón, que nos permite ser conscientes de la necesidad del otro; así, como dice Cruz a Martín Fierro, nos duele el dolor ajeno.
El autor es presidente de la Fundación Ineco y rector de la Universidad Favaloro
www.porlavidadelosabuelos.blogspot.com

miércoles, 14 de mayo de 2014

La edad adulta

Agradecemos a Ana Maria Oddo por compartir este video con nosotros. www.porlavidadelosabuelos.blogspot.com

lunes, 12 de mayo de 2014

Spa del Alma: SOLO POR HOY...

Spa del Alma: SOLO POR HOY...: Sólo por hoy , cambia tú en vez de esperar que cambien los demás, Sólo por hoy, expresa gratitud en vez de juicios o críticas, Sólo por ho...

miércoles, 7 de mayo de 2014

EL SINDROME DEL AMA DE CASA

EL SINDROME DEL AMA DE CASA

Más de seis millones de mujeres en España se dedican a "sus labores", ardua e invisible profesión que entraña innumerables riesgos y la mayoría de ellas sufren el llamado "Síndrome del ama de casa", una serie de trastornos físicos y psíquicos que comprenden desde la migraña o la inapetencia sexual hasta la depresión, los transtornos obsesivo compulsivo y el alcoholismo.

Ser ama de casa no es tarea fácil, es más, entraña unos graves riesgos, tanto físicos como psíquicos. El "síndrome del ama de casa" es el trastorno psicológico más común y es, en su punto de partida, una síntesis de las cuatro situaciones depresivas por excelencia: la de la separación o pérdida de un ser querido, la del estrés crónico, la del aislamiento y la de la inestabilidad. Las causas de la enfermedad del ama de casa radican en el tipo de trabajo que desempeñan: rutinario, desagradecido e infravalorado. Es más, las tareas del hogar implican una pesada carga para el aparato locomotor; la actividad física recae, sobre todo, en huesos, músculos y articulaciones. Múltiples flexiones para recoger objetos, hacer camas, limpiar y tender la ropa, así como infinitos levantamientos de peso son pruebas ineludibles para conseguir la licencia de ama de casa. La actividad del ama de casa repercute sobre todo en los huesos, músculos y articulaciones. Las articulaciones son agredidas una y otra vez (los datos dicen que nos agachamos una media de 200 veces al día). Tampoco hay que pasar por alto los peligros que se esconden en las casas, accidentes domésticos provocados por abrasivos limpiadores, por el fuego de la cocina o caídas. Las estadísticas demuestran que las amas de casa encabezan las listas en lo que a depresión, estrés, insomnio, artrosis y problemas vasculares se refiere. Las amas de casa son víctimas propicias para las enfermedades depresivas. Entre ellas hay un 14 por ciento afectadas de enfermedades depresivas, una proporción sensiblemente superior a la tasa depresiva existente en la población femenina general (10 por ciento). Los factores que pueden dar lugar a una depresión en el ama de casa se concretan, principalmente, en cuatro aspectos: pérdidas y separaciones, estrés, el aislamiento y los cambios de horarios. Aunque se tiende a confundir la depresión con la tristeza, en realidad no es así. El humor es como la temperatura: sube o baja. En cambio, la depresión es consecuencia de una idea, pensamiento o juicio negativo. Por ello, cuando alguien se siente deprimido debe tratar de identificar el pensamiento negro que provoca la depresión. Estos pensamientos contienen tanto la clave de la depresión como la solución.

SÍNTOMAS DE UNA DEPRESIÓN

Estado de ánimo persistentemente triste, ansioso o vacío, que en muchas ocasiones va acompañado de descuido físico. Sentimientos de desesperanza y pesimismo Sentimientos de culpa, inutilidad e incapacidad. Pérdida de interés o de placer en pasatiempos y actividades que antes se disfrutaban, incluyendo el sexo. Insomnio o hiperinsomnio. Disminución de energía. Inquietud e irritabilidad. Dificultades para tomar decisiones. Ideas e intentos de suicidio

La ansiedad

La ansiedad es una vivencia de temor a algo difuso, vago, inconcreto, indefinido que, a diferencia del miedo, tiene una referencia explícita. Se podría decir que el miedo es un temor a un objeto, mientras que la ansiedad es un temor impreciso carente de objeto exterior. Algunos de las señales más frecuentes son:

· Inquietud interior (desasosiego, inseguridad) · Tensión motora (temblores, dolores musculares, espasmos, incapacidad para relajarse, tics, rostro constreñido) · Permanente estado de alerta (hipervigilancia). · Expectación negativa (preocupaciones, miedos, anticipación de desgracias para uno mismo y para los demás) · Irritabilidad, impaciencia, irascibilidad, estado de alteración. · Temor a la muerte, temor a la locura, temor a perder el control. · Quejas somáticas: palpitaciones, opresión precordial, sequedad de boca, hipersudoración, dificultad respiratoria, pellizco gástrico, escalofríos, oleadas de calor y de frío, manos sudorosas, sensación de mareo o vértigo, colitis, micciones frecuentes.

Estas señales en muchas ocasiones no son reales sino que responden a una hipocondría, es decir, un cuadro clínico sin sintomatología clara, con malestares variados, sin especificar, pero con un deterioro notable de la salud física y mental. Es una forma de llamar la atención de su grupo familiar o de somatizar la insatisfacción personal y la soledad.

Adicciones asociadas

Además de las dolencias propias del ama de casa, su situación familiar, personal y social provoca que muchas mujeres recurran a las drogas y al juego para escapar de su hastiada vida cotidiana, cayendo en fuertes adicciones. Muchas mujeres beben de forma continua en su casa, a causa de su insatisfacción personal y por el hecho de sentirse poco valoradas, ignoradas e invisibles. Suelen esconder su alcoholismo y solo cuando llegan a una crisis importante su familia se da cuenta de la situación. Así mismo, está demostrado cuando la mujer se transforma en fumadora habitual, lo hace de forma compulsiva, generalmente con el fin de paliar otras necesidades. De igual modo, es frecuente el consumo de psicofármacos de forma compulsiva, para dormir y escaparse de su realidad, o ansiolíticos para animarse. La ludopatía también es un problema frecuente entre este colectivo. Muchas amas de casa encuentran en el juego (bingo o maquinas tragaperras) la compensación a su frustración e insatisfacción. Sin embargo, un trastorno muy común entre las amas de casa de una cierta edad es el Síndrome del nido vacío; así se describe la etapa, en la cual, la mujer que ha dedicado la vida a educar, y cuidar hijas e lujos, sin un proyecto propio de vida, sino dedicándose a los demás, y haciendo suyos los problemas de los demás.

LAS PATOLOGÍAS DEL AMA DE CASA

· Alteraciones articulares: artritis, artrosis, lumbago, ciática. Están causadas por exceso de carga y movimientos incorrectos. · Fatiga, cansancio y estrés. Como consecuencia de la acumulación de trabajo a determinadas horas. · Depresión. Ante la falta de motivaciones, alicientes y estímulos. · Accidentes domésticos. Quemaduras, cortes, golpes... · Sobrepeso. Por la tendencia a comer entre horas, falta de ejercicio físico regular, sedentarismo... · Ansiedad. Temor a lo desconocido. · Disminución del apetito sexual. Como consecuencia del estrés, del cansancio, de la rutina. · Irritabilidad. Por las continuas frustraciones en los horarios y en los objetivos. · Cefaleas. Por alteraciones físicas o por estrés y cansancio. · Hipertensión arterial. Causada por los estados de estrés y sobrepeso

CAUSAS PRINCIPALES - Exceso de trabajo. - Sentimiento de rutina. - Falta de reconocimiento. - Falta de compensación. - Nivel de autoexigencia.

PRINCIPALES RIESGOS RELACIONADOS

- Deterioro del clima de convivencia. - Crisis de pareja. - Trastornos psicosomáticos. - Compensaciones perniciosas (comida, alcohol, fármacos).

SOLUCIONES - Toma de conciencia - Atribución de causas. - Estrategias de corrección en función de la causa: o Exceso de trabajo: regular el volumen, buscar ayuda o rebajar el nivel de autoexigencia. o Sentimiento de rutina: evitar hacer siempre las mismas cosas y a la misma hora. Incorporar autogratificaciones. o Falta de reconocimiento: Concienciación familiar, aceptación de gratificaciones o Falta de compensación: disminuir el trabajo, incorporar actividades alternativas gratificantes. o Nivel de autoexigencia: aceptación de los propios límites. Regular el trabajo por debajo del nivel de saturación. Revisar la autoestima y el autoconcepto.

http://www.igerontologico.com/salud/otros/sindrome-ama-casa/723
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El tren de la vida…

La vida no es más que un viaje por tren:
repleto de embarques y desembarques,
salpicado de accidentes, sorpresas
agradables en algunos embarques, y
profundas tristezas en otros. Al nacer, nos
subimos al tren y nos encontramos con
algunas personas las cuales creemos que
siempre estarán con nosotros en este viaje:
nuestros padres.
Lamentablemente la verdad es otra.
Ellos se bajarán en alguna estación
dejándonos huérfanos de su cariño,
amistad y su compañía irremplazable.
No obstante, esto no impide a que se
suban otras personas que nos serán
muy especiales.
Llegan nuestros hermanos, nuestros
amigos y nuestros maravillosos amores.
De las personas que toman este tren,
habrán los que lo hagan como un
simple paseo, otros que encontrarán
solamente tristeza en el viaje, y habrá
otros que circulando por el tren, estarán
siempre listos ayudar a quien lo necesite.
Muchos al viajar dejan una añoranza
permanente, otros pasan desapercibidos
que ni siquiera nos damos cuenta que
desocuparon el asiento.
Es curioso constatar que algunos pasajeros
quienes son más queridos para nosotros,
se acomodan en vagones distintos al
nuestro.
Por lo tanto se nos obliga hacer el trayecto
separados de ellos. Desde luego ni se nos
impide que durante el viaje, recorramos con
dificultades nuestro vagón y lleguemos a ellos…
pero lamentablemente, ya nos podremos
sentarnos a su lado, pues habrá otra persona
ocupando el asiento.
No importa; el viaje se hace de ese modo.
Lleno de desafíos, sueños, fantasías, esperas
y despedidas… pero jamás de regresos. Entonces
realicemos este viaje de la mejor manera posible.
Tratemos de relacionarnos bien con todos los
pasajeros, buscando en cada uno, lo que tengan
de mejor. Recordemos siempre que en algún
momento del trayecto, ellos podrán titubear y
probablemente precisemos entenderlos, ya
que nosotros también muchas veces titubearemos,
y habrá alguien que también nos comprenda.
El gran misterio, al fin, es que no sabremos
jamás en que estación bajaremos, mucho
menos donde bajarán nuestros compañeros,
ni siquiera el que está sentado en el asiento
de al lado.
Me quedo pensando si cuando baje del tren,
sentiré nostalgia… creo que si. Separarme
de algunos amigos de los que me hice en el
viaje será doloroso. Dejar que mis hijos
sigan solos, será muy triste. Pero me aferro
a la esperanza de que en algún momento,
llegue a la estación principal y tendrá la
gran emoción de verlos llegar con equipaje
que no tenían cuando se embarcaron.
Lo que me hará feliz pensar que colaboré
con que el equipaje creciera y se hiciera valioso.
Amigos, hagamos que nuestra estadía en este
tren sea tranquila, que haya valido la pena.
Hagamos tanto, para cuando llegue el momento
de desembarcar, nuestro asiento vacío, deje
añoranza y lindos recuerdos a los que en el viaje
permanezcan.
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